Por Leire Agüero Belinda se asomaba a la ventana. Su largo vestido de hilo rosa recorría el suelo alfombrado, casi deambulando. Sus sedosas telas se movían al compás de sus andares, cual bailarinas al son de una melodía lejana. Sus suaves manos retiraban delicadamente las cortinas de seda. Con sus enormes ojos desvelaba el bastoSigue leyendo «La princesa triste: capítulo uno»