Por Leire Agüero
Gracias colega
La alarma suena.
Tanteo el móvil.
Él, perezoso, se resiste.
Oculto, bajo la almohada.
Buenos días
¿Ya en la oficina?
¿Cómo has dormido?
Yo no he pegado ojo.
Demasiado en lo que pensar.
Hablamos en un rato.
¡Salgo!
Las reuniones me esperan.
Me ayudarán a no meditar.
Ya en la oficina.
Café a solas.
Minutos que inquietan,
que destapan;
inseguridades, miedos…
Qué se yo…
Hasta luego.
¿Cómo vas?
¿Dejando huella con tus palabras?
Te imagino…
impregnando las hojas con historias,
hechas de tinta negra,
que desvelan secretos abiertos,
que nos rodean.
¡Bravo!
Eres genial.
Dime.
¡Lo sé!
Navegamos en la misma línea.
Que ni iza ni zarpa.
Ni eleva ni recoge.
O algo parecido a eso,
¡qué más da!
No desesperemos.
No desespero.
¡o eso creo!
Ya en casa…
Mañana, hablamos de nuevo.
Que nuestros sueños se alíen,
que acompasen a la realidad,
que nace en ese hueco que late,
late y late sin parar.
¡Gracias!
Gracias colega.
Gracias solo por escucharme.
¡Gracias!
Gracias por ser de verdad.
Gracias por permanecer ahí,
sin verme.
Gracias por pulular en mi imaginación.
Por empujarme a seguir.
Y sigo…
Gracias a ti.