Por Leire Agüero
Qué habilidad tienes para destrozar lo que te rodea
Qué habilidad tienes para coger entres tus manos un trocito de cielo, apretarlo, estrujarlo hasta convertirlo en cenizas, en añicos, en polvo.
Ese cielo, enfundado en unas zapatillas intrépidas, brincaba, acariciaba la hierba, atravesaba murallas, experimentaba, vivía.
Ese cielo era savia, y ahora ¡está roto!
Deliberadamente, con la frialdad absoluta que caracteriza al hielo, lo has guillotinado, lo has sesgado creando una herida limpia, que duele y sangra sin conocimiento.
Qué habilidad tienes para contar siempre con una excusa ante tus sombrías escenas.
Qué habilidad tienes para mantenerte impertérrito, para no titubear.
Eres una mentira, un demonio disfrazado de ángel cándido.
Qué obra vil tan delicadamente ensayada.
Qué habilidad tienes para utilizar mis palabras en contra de mí, para reventar mi torre lanzando reproches cargados de odio, de desprecio, de maldad.
Tu alma es negra, vaga buscando energía.
Se alimenta como los parásitos, absorbiendo, hasta dejar seca, hueca, vacía a su víctima.
Qué habilidad tienes para atraparme, para secuestrarme con tus gritos, con tus réplicas despechadas, con tu ira.
Qué habilidad tienes para lograr que mi lucha contra ti no acabe en la batalla.
Te arrinconé en la esquinita de la reflexión… en vano.
Ese ápice de alma pura, que albergo exista en tu interior, no resurge, no combate contra tu entraña oscura, contra ese diablo que te domina.
Qué habilidad tienes para hacerme sentir nada, para dejarme arrastrar por ella, hasta desaparecer.
Ahora sé lo que eres.
Ahora, te veo.
Ahora, me alejo de ti.
Y por fin, mi yo se libra de tus cadenas.